una familia que carga una tragedia por cuenta del M-19 es hoy la dueña de 26 de los mejores restaurantes de Bogotá

Nicolás Escobar, presidente de la Texas Petrolum murió en una cárcel del pueblo y hoy un descendiente están al frente de restaurantes como Di Lucca y más

Jaime Escobar se preparó desde joven para dedicarse a los negocios, quizás siguiendo los pasos de su padre. Estudió en la Escuela de Negocios Herbert de la Universidad de Miami, una institución que ha figurado en rankings internacionales, destacando en el campo de la administración de empresas. Allí obtuvo las bases para construir un sueño que años después marcaría la vida gastronómica de Bogotá: en 1988 fundó el grupo DLK Restaurantes.

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Nicolás Escobar.

El impulso que lo llevó a emprender estuvo atravesado por la historia de su familia. Apenas unos años atrás había perdido a su padre, Nicolás Escobar Soto, un reconocido empresario de los años sesenta y setenta. Nicolás fue gerente de la Texas Petroleum Company y presidente de la junta directiva del Banco de Colombia. Además, desempeñó un papel clave en la fundación de Puerto Boyacá, al identificar esta zona como un lugar estratégico para las exploraciones petroleras.

En 1978, Escobar padre fue secuestrado por el M-19, y un año después, en 1979, perdió la vida en un intento de rescate. Su muerte causó conmoción en Colombia. Sin embargo, el apellido Escobar no tardó en retomar protagonismo en el mundo empresarial, esta vez desde la gastronomía. Fue así como en 1988 abrió sus puertas Di Lucca, un restaurante italiano que se convirtió en la primera joya de DLK.

DLK: nace un nuevo emporio gastronómico en Bogotá

La historia de Di Lucca no fue escrita en solitario. Jaime se asoció con Luis Carlos Piñeiro, un empresario más reservado del que poco se conoce, pero que ha acompañado a Escobar en eventos y proyectos clave del sector gastronómico. Juntos, decidieron apostar por un restaurante de cocina clásica italiana en la calle 85, una de las zonas más prestigiosas de la capital.

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El éxito fue inmediato. Con el tiempo, DLK amplió su portafolio y para 2012 ya contaba con restaurantes como Primi, Agadón, Patria, Casa y La Brasserie, cada uno con un concepto distinto. Si bien la cocina italiana era su bandera inicial, la diversificación se convirtió en la clave de su crecimiento.

Con Patria, por ejemplo, rindieron homenaje a la gastronomía latinoamericana, mientras que con Agadón se inclinaron hacia un menú más americano, ofreciendo hamburguesas, sándwiches y malteadas. Poco a poco, los empresarios fueron tomando la zona de la 85, que con el tiempo pasó a conocerse como la Zona DLK.

El crecimiento no se limitó a los restaurantes. En 2010 fundaron DLK Importaciones, un brazo de negocio dedicado a traer y comercializar vinos, licores y mixers. La apuesta se consolidó rápidamente: hoy cuentan con un catálogo robusto que incluye diversas marcas de vodka, ginebra, ron, tequila y una amplia selección de vinos tintos, blancos, espumosos y rosados.

De la 85 al resto del país: la consolidación de DLK

Conforme su nombre ganaba prestigio, Jaime Escobar y Luis Piñeiro decidieron ampliar su presencia más allá de los restaurantes de lujo. Lanzaron propuestas más casuales como Semolina, un concepto de cocina italiana en formato más accesible, que se ha expandido en centros comerciales de Bogotá y también llegó a Cartagena.

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Gamberro.

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La diversificación continuó con espacios como Gamberro, especializado en comida de mar, y Cosette Café & Bistró, donde la parrilla y la panadería tienen el protagonismo. Estas propuestas llevaron a DLK a salir de su zona insignia en la 85 y expandirse hacia el norte de la ciudad, sectores como Salitre e incluso municipios aledaños como Chía.

Hoy, la compañía creada por Escobar y Piñeiro se ha convertido en uno de los grupos gastronómicos más influyentes de Colombia. Con más de 26 restaurantes activos, DLK ha sabido posicionarse en un segmento competitivo, disputando terreno con cadenas internacionales y locales. Aunque aún no alcanza el volumen de ventas de gigantes como Frisby o KFC, sí hace parte del top 10 de empresas que más venden comida en el país.

Las cifras hablan por sí solas: sus ventas anuales rondan los $162 mil millones de pesos, consolidando a DLK como un emporio de la alta cocina y de los conceptos gastronómicos con identidad propia. Incluso han llegado a publicar un libro conmemorativo en el que narran sus primeros 25 años de trayectoria.

Más que un grupo de restaurantes, DLK es hoy un referente de cómo un sueño personal, forjado en la memoria de un padre empresario, pudo transformarse en un legado que ha marcado la historia gastronómica de Bogotá y Colombia.

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