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Con el transcurso de los días, una oposición cada vez más enardecida y vociferante parece dispuesta a impedir que Petro concluya su gobierno o no pueda concretar su proyecto transformador. Menosprecia incluso los indicios ciertos de un atentado contra su vida.
Por ello el presidente ha radicalizado su discurso, llamando a la movilización y organización social y a la resistencia viva. En los foros internacionales, en donde ha afianzado un liderazgo incuestionable, sube el tono. Habla cada vez más duro para hacerse oír por los pueblos. Como si fuera su última oportunidad.
Esto fue lo que hizo precisamente en su intervención en la 79 Asamblea General de la ONU la semana pasada.
Por supuesto que la crisis global no da para menos. Guerra, crisis climática y económica. Cuando se acerca el primer aniversario del inicio del genocidio de Israel en Gaza, el conflicto adquiere dimensión regional y podría incluso llegar más lejos, como lo pronostican expertos internacionales.
Israel, armado por EEUU y Occidente, viene configurando todo un escenario de guerra prolongada. En la Casa Blanca se preocupan por la forma como esto pueda afectar el resultado de las elecciones cercanas, pero no hacen nada al respecto.
En las dos últimas semanas, sin darle tregua a la martirizada población de Gaza y del resto de Palestina, Netanyahu intensificó los bombardeos en El Líbano, con el pretexto de acabar con Hizbollah, y en Yemen, para golpear a los hutíes.
Ambas milicias son cercanas a Irán y defienden la causa palestina. Han respondido con cohetes que por lo general se estrellan contra la cúpula de hierro, el poderosísimo dispositivo de defensa de Israel. “La muerte de Nasralá no quedará sin venganza”, afirmó el líder máximo de Irán, tras el asesinato del dirigente de Hizbollah por cuenta de Israel.
Pero por ahora el criminal Netanyahu, como lo denominó Petro en la Asamblea, parece ser el único empeñado en una guerra regional, que le permita evadir o postergar la grave crisis política que deberá afrontar en su país, una vez se amaine el conflicto.
Con igual cinismo e impunidad, pretende poner en práctica en el territorio libanés su experiencia de muerte y degradación en Gaza. Arrancó con un atentado terrorista que provocó el estallido de beepers y dejó decenas de personas muertas y miles de heridos, la mayoría civiles.
En solo dos días, su incursión militar en territorio libanés acabó con la vida de 569 personas y dejó 1.875 heridos. Entre las víctimas mortales hay al menos 50 niños y niñas y 94 mujeres, según el ministro de Salud libanés. Luego han sido asesinadas casi cien personas más.
Al igual que en Gaza, los ataques aéreos tienen como objetivo ambulancias y equipos médicos, hospitales, escuelas, mezquitas. De nuevo, el discurso de la lucha contra el terrorismo se repite para acabar con la vida de población civil indefensa.
El Líbano es un país muy pequeño y densamente poblado, en donde habitan más de 500.000 refugiados palestinos. A raíz de los recientes bombardeos, cientos de sus habitantes, familias enteras se desplazan por las carreteras, con sus carretas y animales, en busca de refugio.
Es una cifra que podría llegar a un millón de personas, según el primer ministro. “Estamos preocupados por la repetición de desastres como los que ocurrieron en Gaza y Rafah, y por lo tanto, exigimos la intervención inmediata del Consejo de Seguridad de la ONU”, señaló. Pero, como en el caso de Gaza, nada va a pasar.
Israel habla de adelantar una invasión terrestre al Líbano y para ello ha trasladado a miles de soldados desde Gaza. Netanyahu amenazó tras el asesinato de Nasralá: “Nuestro trabajo todavía no ha terminado. Se avecinan días difíciles”.
Este asunto sobre el poder de destrucción ocupa precisamente la atención de la intervención de Petro la semana pasada. Señala que la capacidad de comunicación de un presidente en ese recinto depende de su presupuesto, de sus aviones de guerra y, en el fondo, “de la capacidad que tenga su país de destrucción de la humanidad”.
Por eso, los presidentes de la destrucción se ríen en esos pasillos. No escuchan el pedido de dejar las guerras para concentrarse en la transformación rápida de la economía mundial para poder salvar la vida, afirma.
Los racistas, los supremacistas, esgrimen el temor de las bombas sobre los pueblos, se aprestan a dominar el mundo
Con la ayuda de los medios de comunicación, en poder de los grandes capitales, reordenan el mundo sin democracia. Los racistas, los supremacistas, esgrimen el temor de las bombas sobre los pueblos, se aprestan a dominar el mundo. “Cualquiera que defienda este genocidio o se silencie ante él tiene destruida su propia condición humana”.
Cuando muera Gaza morirá la humanidad toda, señala de manera contundente. Antes de su intervención había escrito: “Pareciera Goebbels el que dirigiera la comunicación del mundo para que decenas de miles de periodistas se silenciaran ante sus compañeros asesinados y ante 20.000 bebés descuartizados por las bombas”
Denuncia la sinrazón de los gobiernos que aplauden el genocidio y no actúan por cambiar las economías hacia la descarbonización ni la lógica de la desigualdad social. “Es la lógica de la destrucción masiva de la crisis climática y las bombas sobre Gaza”.
11 millones de hectáreas se perdieron en solo un mes en la selva amazónica por la crisis climática y el incendio continúa. El 1% más rico de la humanidad es responsable de ella.
Entre tanto, señala, se mantiene el bloqueo económico a los países rebeldes que no encajan en esa visión, como en el caso de Cuba y Venezuela.
Y concluye: la oligarquía global lleva a la humanidad a su propia extinción. La pregunta es si los pueblos lo permitirán. Es necesario reivindicar la defensa de la vida y la construcción colectivas, la revolución.
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