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El niño que perdió la guerra, la novela de poder con la que Julia Navarro reivindica a la mujer

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El niño que perdió la guerra, la novela de poder con la que Julia Navarro reivindica a la mujer

La nueva novela de Julia Navarro se sitúa los años de las dictaduras de Franco y Stalin, dos dictadores que se llevaron la vida de millones de inocentes

El niño que perdió la guerra, es la apasionante historia de Pablo, un pequeño de 5 años que en medio de la Guerra Civil al que tienen que sacar de la peligrosa España hacia la antigua Unión Soviética, donde Stalin está levantando un nuevo país sobre las ruinas del antiguo régimen y donde encontrará nueva familia, mientras su madre no deja de buscarlo

Pablo es recibido en Moscú por su nueva familia que, conmovida por su trágico exilio y la derrota republicana, acoge con afecto a ese niño exhausto y enfermo. Anya Petrova, su nueva madre, no dudará un segundo en cuidar de él como su segundo verdadero hijo. Pablo resultará tener una extraordinaria afinidad por esta madre adoptiva, junto a la que pasará muchos de los momentos más importantes de su vida, mientras que su madre genética cae en la cárcel en los últimos días de la guerra y su verdadero padre muere en medio de las balas sangrientas de la guerra.

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La novela de Julia Navarro se sitúa en un convulso periodo histórico: los años de la Guerra Civil española y la dictadura de Franco, y los de una Unión Soviética convertida en la cárcel de Stalin. Dos dictadores que, desde extremos opuestos, cubrieron de cadenas la libertad de sus pueblos, que se llevaron por delante la vida de millones de inocentes.

Esta bella novela, la onceaba en la carrera de Julia, también se centra en el relato de dos mujeres, Clotilde Sanz y Anya Petrova, que se rebelan contra los poderes político y conyugal. Porque, en aquel tiempo, las mujeres soportaban también la infantilización que de ellas se hacía por cuestión de sexo, la discriminación laboral y la social en general. Aquellas dos hijas, esposas y madres vivían bajo una doble ‘dictadura’, ejercida por el padre y por el marido.

Julia Navarro sabe muy bien narrar en esta novela estas cuestiones las cuales hasta el siglo XX solo la trataban los hombres y la inmensa mayoría de las veces olvidaran incluir en sus escritos a las mujeres como sujetos de gran importancia en la historia. Julia Navarro reivindica el papel de las mujeres que hicieron historia, y que lucharon en varios frentes.

Entrevista a Julia Navarro

P: ¿Qué ha querido contar en esta novela?

R: He querido explorar cómo los regímenes totalitarios y las autocracias buscan silenciar a aquellos que no están de acuerdo con ellos. No importa que sean de derechas o de izquierdas: las dictaduras siempre persiguen a los pensadores y artistas, tratando de captarlos para sus propios fines y de circunscribir el arte a lo que creen que debe ser el arte, poniéndolo a su servicio. La libertad de expresión es la mayor amenaza para los totalitarismos. Actualmente, vivimos un momento complicado en el mundo, incluso en el seno de la propia Unión Europea ya que vemos cómo muchos países se están deslizando hacia regímenes autocráticos, sistemas en los que existe una apariencia de democracia, pero donde se van recortando las alas a la libertad.

P: ¿Por qué ha elegido este título?

El título llegó casi al mismo tiempo que empecé a construir la trama del libro, que por cierto fue antes de la invasión de Rusia a Ucrania. Pablo es un niño que ha perdido la guerra, no ha combatido en ella, pero es un perdedor porque sus padres la han perdido. No disfrutará de la vida que él habría tenido en tiempos de paz, ni de la que él habría elegido, y esa sensación de perdedor la va a arrastrar toda su vida. Se enfrenta a algo terrible que es el desarraigo, que está muy presente también en nuestros días: cuando vemos todos esos niños agarrados de las manos de sus padres, o a veces solos, que intentan llegar a Europa… Naturalmente, sus padres quieren una vida mejor para ellos y saben que la única manera de que la tengan es sacarlos del lugar en el que viven. Pero eso, sin duda, produce desarraigo y una quiebra interior tremenda. Esta es la historia de un niño que no olvidará jamás a su madre aunque encontró otra. Tiene que vivir entre dos mundos y no deja de interpelarse a sí mismo sobre quién es realmente.

P: ¿Por qué le interesa tanto el tema del desarraigo, presente en muchas de sus novelas?

Todas las personas que tienen que migrar a otro lugar tienen que aprender a vivir de nuevo casi desde cero y eso es terriblemente difícil: desaprender para aprender. Esto genera un desarraigo que provoca heridas y cicatrices irreparables en las personas, incluso en los niños, como es el caso del protagonista de mi novela. Quizás estoy especialmente sensibilizada por la situación actual que estamos viviendo, donde son millones las personas desplazadas y desarraigadas, aunque es verdad que la historia de la humanidad es la historia de las migraciones. Por eso me parece absolutamente imprescindible apoyar y aprobar esa iniciativa que ha surgido de los colectivos de inmigrantes en España para que se legalice su situación, y que se ha llevado recientemente a las Cortes con miles y miles de firmas. No es posible mantener en el limbo a los inmigrantes ilegales, es un problema al que hay que darle solución ya.

P: ¿Ha querido reivindicar en esta novela a las mujeres que fueron sujetos de la historia, aunque a veces no se las menciona?

A las mujeres no se les ha reconocido nunca a lo largo de la historia, han sido casi una nota a pie de página, salvo excepciones. En el siglo xx, las mujeres empiezan a ensanchar el espacio y a hacerse visibles, y afortunadamente el silencio se está rompiendo y quiero pensar que ya no hay marcha atrás. Es importante que las nuevas generaciones de jóvenes que creen que el mundo ha comenzado con ellas echen la mirada atrás y aprendan a valorar a quiénes les han precedido y sepan de dónde venimos.

P: En la novela aparecen dos escritoras rusas, Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva, háblenos de ellas.

Anna Ajmátova era una mujer que plantó cara al régimen soviético y Marina Tsvetáieva, una poeta mucho más introspectiva y emocional, no tenía esa posición política que tuvo Anna. Yo siento especial debilidad por Anna Ajmátova. Me parece que fue una mujer que sufrió mucho, y ella y sus amigos, que fueron buena parte de los grandes escritores rusos de la época, pagaron un precio personal terrible por defender la libertad.

P: La novela es un homenaje a los escritores y artistas que han luchado por la libertad con la palabra, ¿cree que es un deber moral de los creadores y los intelectuales?

A mí me parece importante levantar la voz y decir no, aunque hay escritores que no quieren dar opiniones políticas y me parece respetable, es una decisión individual. Yo dedico esta novela a todos los que en el pasado dijeron no, a todos los que hoy siguen diciendo no y a todos los que seguro en el futuro seguirán diciendo no.

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