Qué hay detrás del influencer llamado Westcol, un niño que convirtió su habitación en un imperio Digital

Luis Fernando Villa Álvarez, más conocido como West Col, era un adolescente común y corriente. Su cama era igual a la de centenares de colombianos en todo el país: de acomodación sencilla y cubierta por una cobija de tigres. Su escritorio era estándar. Un mueble armable cubierto de lámina simulando madera, un computador y una cámara Logitech para grabar sus en vivos.

Su reconocimiento fue creciendo poco a poco. Mientras jugaba, transmitía sus partidas en la plataforma de streaming Kick, espacio en el que jóvenes como él buscaban pasar el rato compartiendo el amor por los videojuegos. Fue, precisamente, gracias a esa pasión que surgió su apodo, uniendo el West como referencia a un juego con el Col, en representación a su patria.

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A medida que crecían los seguidores, también lo hacían sus ingresos. Con pequeños cambios empezó a profesionalizar y mejorar sus equipos, hasta que migró a otra plataforma de streaming, Twitch, la más usada en el mundo.

Allí, el público creció aún más y sus clips en YouTube, extraídos de horas de grabación, se empezaron a viralizar, pero no por la razón correcta. En varias ocasiones, hizo comentarios polémicos sobre las mujeres y la población LGBTIQ+ que despertaron las opiniones de sus seguidores pues resaltaban por la negatividad.

“Eso sí no va conmigo. Pueden decirme ‘WestCol es un homofóbico, perro’, cero. Que hagan sus mierdas y sean unos hijueputas cacorros, pero no me traigan a otro man acá ni por el putas, enciendo esa gonorrea en balín”, respondió tras la pregunta de si aceptaría a un hijo con orientación homosexual.

Sobre su opinión sobre las mujeres, el mensaje también trataba sobre violencia. En uno de sus en vivos llegó a decir que las mujeres solo servían para “hacer contenido y tener plata”, una frase que fue duramente criticada por su audiencia. Sin embargo, esa misma polémica que en otro contexto habría significado la caída de su carrera terminó impulsándolo. Las visitas crecieron, los seguidores se multiplicaron y su nombre empezó a sonar más allá de los videojuegos.

West Col entendió el algoritmo antes que muchos. Supo que el escándalo vende más que la simpatía y que, mientras más se hablaba de él, más dinero entraba. Con el tiempo fue moldeando su personaje, uno que se movía entre la arrogancia y el humor, la crítica y la provocación. Esa fórmula lo llevó a consolidarse como uno de los streamers más reconocidos del país, con transmisiones que superan los cientos de miles de espectadores en vivo.

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Su salto definitivo ocurrió cuando comenzó a relacionarse con artistas del género urbano. Bendecido por Blessd, con quien forjó una amistad que traspasó la pantalla, West Col empezó a aparecer en estudios de grabación y conciertos. Blessd lo mencionó en sus redes y lo llevó a compartir escenario, dándole una visibilidad que ningún clip viral había logrado. Con Arcángel también formó un lazo que lo acercó a la escena internacional. En más de una ocasión, el puertorriqueño lo ha mencionado como ejemplo de cómo un joven de Medellín logró romper las fronteras del streaming latino.

El éxito lo llevó a crear su propio universo digital. Dejó de ser solo un chico frente a una cámara para convertirse en empresario. Fundó su marca de ropa y gorras, W Merch, una línea urbana que hoy se vende en varios países y que suele lucir en sus transmisiones. También abrió bares en Medellín y Bogotá, lugares que se convirtieron en puntos de encuentro para sus seguidores, con pantallas, música y merchandising que llevan su nombre.

Su papel como productor de eventos también fue clave. En 2025 organizó uno de los proyectos más vistos en el mundo del streaming: Stream Fighters 4, un espectáculo que enfrentó a creadores de contenido en combates de boxeo y que rompió récords de audiencia con más de cuatro millones de vistas totales. En redes, el nombre de West Col se convirtió en tendencia global durante varias horas.

West Col ya no transmite desde el mismo escritorio ni desde la cobija de tigres. Su equipo técnico ahora incluye cámaras profesionales, luces de estudio y asesores de imagen. Tiene contratos publicitarios, colaboraciones con artistas y presencia en festivales de entretenimiento digital. Lo que empezó como un pasatiempo se convirtió en un negocio multimillonario que combina música, deportes y redes sociales.

A pesar del éxito, su figura sigue siendo motivo de debate. Sus comentarios siguen provocando discusiones y sus transmisiones dividen opiniones entre quienes lo ven como un ejemplo de superación y quienes lo consideran un símbolo de la banalidad digital. Él, por su parte, parece moverse cómodo entre ambas posturas.

Hoy, con millones de seguidores, West Col representa una nueva generación de celebridades nacidas en el streaming. Jóvenes que crecieron sin televisión y que, con un micrófono y una cámara, construyeron sus propios imperios mediáticos. Su historia es la de una era donde el éxito ya no se mide por la fama tradicional, sino por los clics, suscriptores y la capacidad de convertir la atención en dinero.

Mientras algunos lo critican, otros lo imitan. Entre luces, cámaras y polémicas, West Col sigue en movimiento, transformando cada controversia en una oportunidad de negocio. Su nombre, como el de muchos que dominaron la era digital, ya está escrito en la historia del entretenimiento colombiano, no por lo que representó, sino por lo que logró construir desde una habitación común y corriente.

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