Israel Sánchez y Klych López han participado en producciones como Rosario Tijeras, La Ronca de Oro y Hasta que la plata nos separe
En la ciudad, cada paso puede abrir la puerta a un mundo nuevo. La rutina, lejos de ser monótona, se convierte en el inicio de una gran historia. Personas, olores, texturas, sonidos y estructuras se entrelazan para formar el escenario de una narrativa única. Es la inspiración la que transforma esa posibilidad en una idea lista para cobrar vida. Para el director y actor Israel Sánchez, moverse en transporte público representa una oportunidad invaluable para gestar una nueva producción audiovisual: vigilar rostros, escuchar fragmentos de conversación, observar silencios inesperados.
“Las ideas están en el aire y uno las toma”, afirma en entrevista con Vozz en off. Fue precisamente en uno de esos momentos que comenzó a imaginar la forma en que se contaría La Huésped, la serie creada por Darío Vanegas y Lina Uribe, la más reciente producción colombiana lanzada en Netflix. Protagonizada por Carmen Villalobos, Laura Londoño y Jason Day, La Huésped se perfila como una de las apuestas más poderosas del año en idioma español, parte de un triángulo amoroso, pero pronto se sumerge en un thriller psicológico erótico, donde los secretos familiares y el deseo se convierten en terrenos resbaladizos.
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La introducción de Israel Sánchez al mundo del cine fue por casualidad. Cuando tenía 11 años, y con el objetivo impuesto de su padre de no tenerle miedo a la ciudad, lo mandó a pagar el recibo de telefonía fija. Tras cumplir con su recado, se encontró con una grabación en exterior. Por pura curiosidad, entró dentro del caos controlado de la producción, y una de las personas que hacían parte del equipo le ofreció participar como extra. Aquel rodaje se extendió mucho más de lo esperado y un trámite que debía durar una hora se convirtió en una jornada de seis. El regaño cuando llegó a casa fue monumental. Pero ese contratiempo, sin saberlo, fue una puerta que se abría.
Gracias a esa experiencia llegó al icónico programa Pequeños Gigantes, donde permaneció hasta los 18 años. No solo fue su escuela de actuación, sino también el lugar donde descubrió la magia detrás de cámara. Su curiosidad lo llevó a explorar todo lo que había a su alcance: dirección, edición, técnica, ritmo narrativo. Como una esponja, absorbió todo el conocimiento que le ofrecía un mundo que lo fascinaba desde sus entrañas. Sin embargo, su formación no se limitó a la práctica: más adelante se formó académicamente como Técnico en Cine y Televisión, consolidando con estudios formales la experiencia que ya había cosechado desde niño.
Desde entonces, ese niño curioso creció hasta convertirse en un narrador visual con más de quince años de experiencia en la industria televisiva. Israel Sánchez conoce bien lo que significa sostener una historia larga, con muchos capítulos, con melodrama, con personajes que evolucionan episodio tras episodio. Ha dirigido series de éxito como Hasta que la plata nos separe, Lady, la vendedora de rosas, Pa’ quererte, además de otras producciones como Niñas Mal, Rosario Tijeras y 3 Milagros. En Corazones blindados, por ejemplo, buscó retratar policías humanos, no ángeles, y vivió de cerca la vida cotidiana de quienes están en la calle, los turnos nocturnos y las tensiones del deber. Ha demostrado que puede alternar entre formatos de telenovela y también cumplir con exigencias narrativas condensadas. Su mirada es la del que ha recorrido muchas historias, muchas tramas cargadas de emoción, traición, anhelo y conflicto íntimo, lleva esa experiencia a cada proyecto nuevo.
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En contraste, Klych López incorpora una sensibilidad distinta, forjada desde su infancia en el Valle del Cauca, nacido en Cartago pero criado en Tuluá, con un fuerte componente de barrio, de cotidianidad, de lo que se vive al otro lado de la ventana familiar. Estudió publicidad y guion avanzado, incluyendo formación en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba. Antes de saltar a dirigir series y películas, trabajó como director creativo para Citytv, hizo comerciales, videos musicales, construyó un estilo marcado por lo visual, lo sensorial, lo humano. Su debut en cine, Siempreviva (2015), es testimonio de su interés por la memoria histórica, de retratar con respeto y con verdad los fragmentos dolorosos del país, la desaparición, la pérdida y la espera. En series como Correo de inocentes, La Ronca de Oro, La Promesa y Fugitivos, López ha construido personajes apasionados, conflictos que se sienten en las calles y en los hogares.
En La Huésped convergen estas dos trayectorias de manera apasionante. Sánchez aporta su disciplina para narrativas largas, su capacidad para tensar la emoción, para explorar lo íntimo con grandes elencos y climas intensos, López introduce esas fisuras sociales, esa voz de barrio, esa urgencia de lo real, mezclando lo estético con lo visceral. Bajo su dirección compartida, la casa deja de ser sólo un espacio protector, se vuelve escenario de traiciones y revelaciones, de fantasmas del pasado, de relaciones familiares que se desmoronan.
Los personajes no solo actúan, sino que parecen vivir en espacios reconocibles, llenos de detalles cinematográficos que ambos directores saben aprovechar. Silvia, interpretada por Laura Londoño, vive una crisis matrimonial tras una infidelidad. Su hija lidia con adicciones y la sombra de Sonia, encarnada por Carmen Villalobos, llegada desde ese pasado no resuelto, desencadena una serie de eventos que tensan la realidad cotidiana hasta volverla amenaza.
La Huésped es más que una historia sobre amores cruzados, es un espacio donde lo emocional, lo psicológico, lo social y lo histórico se encuentran. Y en ese encuentro, las manos de Israel Sánchez y de Klych López dibujan una narración que interroga y excava. Una serie que nace de la mirada atenta de dos directores colombianos que han aprendido que las historias más difíciles son también las que más pesan, las que no se olvidan.