En septiembre de 2017, el hoy candidato a la presidencia, Luis Pérez, durante su mandato en la gobernación de Antioquia recibió en la ciudad de Medellín al sumo Pontífice y le extendió una petición muy importante.
«Papa Francisco, como gobernador de Antioquia le elevo una sentida petición: ¡Salvemos al campesino!, el ser humano más vulnerable de Colombia», expresó Luis Pérez Gutiérrez al Papa Francisco en su bienvenida en ese entonces, en el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín.
La visita del Papa tenia como motivo la celebración de la tercera misa campal de su visita en Colombia y recibió como regalos un poncho, carriel y sombrero, elementos típicos de los campesinos de la región.
Los silleteros de Antioquia, que tradicionalmente elaboran gigantescos arreglos florales para realizar un multitudinario desfile en el mes de agosto y cuyo atuendo homenajea al campesinado, donaron las orquídeas, rosas, claveles y demás flores que adornaron el altar donde Francisco ofició la misa.
El hoy candidato a la presidencia, Luis Pérez Gutiérrez, en aquella ocasión, le envió una carta al sumo Pontífice:
«Papa Francisco:
Con admiración y respeto lo reconocemos como revolucionario de la palabra y de la humildad, y hoy como el maestro espiritual más importante de la humanidad. Cuando su santidad habla, orienta a los líderes para que veamos lo que antes parecía invisible.
Como Gobernador de Antioquia sólo le elevo una sentida petición: ¡Salvemos al Campesino!, el ser humano más vulnerable de Colombia.
Los campesinos, que encarnan la sabiduría de la sencillez, están en vías de extinción. Hacer un campesino es muy difícil. Hacer un ingeniero o un médico es muy fácil: a ellos los forma la universidad. Para hacer campesinos no hay universidades, no hay fábricas de campesinos. Al campesino lo hacen la tierra, el sol, el agua, el trabajo digno, la honradez y el contacto con la naturaleza.
A los campesinos los tratamos con indignidad. No tienen ingresos permanentes, no se jubilan, no tienen vacaciones, no tienen seguridad social y su educación es muy exigua. Se les trata como herederos del olvido, parecen ciudadanos al margen de la ley.
Los campesinos han sido arrinconados en las tierras más agrestes, menos productivas y más inhóspitas. Las buenas tierras no son de los campesinos. Su bella labor de sol a sol, en favor del medio ambiente, de la vida, de los alimentos, del agua, es irremplazable aún por la tecnología. Los campesinos son imprescindibles para la humanidad.
Alguna vez se necesita un médico o un ingeniero. Pero la vida, a todas horas, necesita de un campesino. Este mundo no es posible sin los campesinos. El agua, el aire, los árboles, los alimentos, vienen de las manos callosas de los incansables campesinos. El campesino es el legítimo fruto de la tierra.
En Colombia, la clave para construir la paz para siempre está en respetar la tierra y dignificar la vida de los campesinos.
Así como su santidad nos enseña que los pastores deben oler a oveja, los Gobernantes tenemos que oler a pueblo. Por eso, cada vez me siento más dominado por la pasión de dignificar el campesino. El campesino no es de derecha ni de izquierda, el campesino es defensor de vida en su lucha con la tierra.
Papa Francisco: ¡Ayúdenos a devolver la Esperanza a los campesinos de Colombia!»