Se agarra de las mechas el expresidente César Gaviria para expresar su disgusto con el gobierno del presidente Iván Duque porque este no ha querido cogobernar con él. Monta en cólera porque en lo que va del cuatrienio no le han dado mermelada, a pesar de que aparenta alardear con que no la quiere. Es su forma de pedir, a la inversa, como casi todo lo del expresidente de los estrepitosos gallos y las sonoras carcajadas afeminadas.
Se rasga las vestiduras montado en la cresta de la ola de la oposición a una reforma tributaria que lo único que tenía era opositores. Valiente gracia. Pero impulsado en sus rabietas desmechonadas y escandalosas se lanza a decir que Duque no tiene la formación para ser presidente. Tamaña afirmación resulta por lo menos insólita, sobre todo si se tiene en cuenta que viene del único presidente que se encontró la presidencia en una rifa en medio de un sepelio. Y a quien el único que le vio méritos para tomar la posta fue un atolondrado huérfano adolescente en el preciso momento en que enterraban a su padre asesinado por la mafia.
Preparado si estaba Gaviria para asumirla pero no necesariamente para ejercerla. Desde el momento en que el Cartel de Cali, en plena guerra con el de Medellín, se enteró que Pablo Escobar planeaba el asesinato del favorito candidato presidencial, Luis Carlos Galán, algunos de sus miembros escogieron a Gaviria como heredero del trono. El ex contralor Rodolfo González fue el encargado de llevarle la propuesta de que se uniera a Galán porque este era “hombre muerto”. El mismo mensaje recibió otro candidato, el ex contralor David Turbay quien declinó su candidatura en favor de Gaviria. Eso sí, la sugerencia era que no saliera a la plaza pública con el candidato porque el que estuviera a su lado también caería.
César Gaviria, que no ocultaba su ambición por el poder, ni corto ni perezoso aceptó el reto y decidió convencer al entonces presidente Virgilio Barco de que le permitiera renunciar al ministerio para que como expresidente tuviera su representación en el próximo gobierno. Germán Montoya, que tenía sus migas con Gilberto Rodríguez Orejuela por sus negocios con la Chrysler colombina hizo lo propio con el presidente y Barco se sumó por medio de Gaviria a la campaña de Galán. La idea era lograr que Gaviria estuviera siempre en la primera línea de mando en el momento en que ocurriera el magnicidio del otrora líder del Nuevo Liberalismo, para ese momento en las toldas liberales.
Preparado si estaba para dar el salto al poder. De hecho su presidencia fue una cadena de improvisaciones que dejaron al país literalmente sin luz y en medio de la más oprobiosa entrega al neoliberalismo, con las consabidas repercusiones en la pequeña y mediana empresa, sometida a competir con las grandes embarcaciones de mercancías chinas y la débil industria nacional condenada a sucumbir. Pero eso sí dejó una asamblea constituyente que resultó ser una colcha de retazos para encubrir el único artículo que le interesaba a Gaviria para cumplir su compromiso con el Cartel de Medellín, como contraprestación para que Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha “El Mexicano” no le aplicaran la misma fórmula que a Galán: la muerte. Su compromiso fue el de eliminar el tratado de extradición.
Fue su mentor pereirano, “El Plumón”, Oscar Vélez Marulanda, el encargado por César Gaviria para que intermediara por la vía de Bernardo Guerra Serna, el dirigente liberal antioqueño más influyente con línea directa con Pablo Escobar, para que le dijera qué debía hacer para que los jefes de la mafia no lo mataran, ya que Escobar le había hecho saber que correría la misma suerte de Galán y que él quería como presidente a Ernesto Samper Pizano, quien le había recibido en 1981 el cheque en pesos equivalente a cinco millones de dólares de hoy para la campaña presidencial de Alfonso López Michelsen. “El Mexicano” también le había hecho saber a Gaviria que el prefería a Hernando Durán Dussan como presidente.
Gaviría respondió que lo haría si Escobar y su gente se encargaban de “ambientarlo” y el jefe del Cartel le mandó a a decir que además tenía que comprometerse con un plan de sometimiento a la justicia que él le explicaría posteriormente por medio de su abogado Guido Parra Montoya. Fue así como nació la historia del autoconfinamiento de Escobar en su propia finca que se dio en llamar “la Catedral”, donde se dieron el lujo de llamarla cárcel y en la que jugó un papel bastante jugoso el sacerdote famoso Rafael García Herreros del Minuto de Dios y ese fue el comienzo de la supuesta entrega de Escobar a la justicia, que no fue otra cosa que una patraña con la aquiescencia del presidente preparado César Gaviria Trujillo. Episodio que terminó con el ridículo mundial de la fuga de Escobar con preaviso, orquestada por el viceministro de Gaviria , Eduardo Mendoza, quien luego fingió ser secuestrado por Escobar.
Muchos se preguntan hoy si esa preparación de Gaviria fue la que sirvió para que se volviera un importante coleccionista de arte, a partir de las obras que se perdieron en los allanamientos a Escobar, cuya fortuna en arte se calculaba en 100 millones de dólares. Si eso sí es estar preparado, apague y vámonos. Por alguna razón el expresidente hace hoy causa común con quienes promueven el paro con criterios no muy claros, con quienes hacen la guerra en Cali y con quienes bloquean las vías e impiden que circulen alimentos y medicamentos de primera necesidad. Estará preparado Gaviria para dar otro zarpazo al poder?
Fuente: El Expresidente